A su voluntad los elementos se rinden, como las abejas
a los labios de terciopelo
que nacen en el corazón de los claveles.
Juega a su antojo con el miedo de los que rezan
en iglesias vacías y dan limosnas a los pobres…
Sobre un mantel de sueños con tenedores de plata
y rosas blancas
ofrece a los dioses del jubileo un manjar de luces
y prodigios
y cubre el brillo enigmático de sus ojos
con unas gafas de malvada ironía.
De puntillas se asoma a las ventanas del tiempo
y sopla con fuerza
la llama azulada de la vela que tímidamente
alumbra con su luz
las esperanzas de un pueblo que cada amanecer
muere en el vientre egoísta de un abrazo de enredaderas.
Sentado sobre las nalgas de una nube de cercanía,
cantando se pierde
entre los juncos rebeldes de un nuevo y joven amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario