Gritos
como alfileres de colores se van clavando
en
el pecho de la oscuridad
recreando
en las paredes blancas del silencio
un
mosaico animado
con
trozos escaneados de figuras vanguardistas.
El
miedo se esconde entre las cortinas que adornan
los
aires de superioridad
de
los que se creen el ombligo del universo
mientras
que los viejos espejos colgados en las paredes
de
un retiro voluntario
se
ríen de su prepotencia y le devuelven el rostro
en
tres dimensiones
de
una mosca con gafas a punto de ser atrapada
por
una araña de dientes afilados y panza regordeta.
Caminan
por una senda hecha a imagen y semejanza
de
la melodía gótica que sale de su ego
y
van dejando a su paso: restos de pájaros muertos
y
el desencanto tardío de los que un día le dieron su amor.
Si
mi querida amiga, así es el orgullo… y la envidia.