Las calles son estrechas y sus casas en ruinas,
viejas y pobres
son habitadas por putas, vendedores de drogas
y maleantes obligados a ocuparlas
por la necesidad de tener un cobijo
donde pasar las largas noches de invierno.
Las paredes llenas de grietas desconchadas
y sucias,
sujetan a duras penas los negros tejados
cubierto de verdinas, basura y alguna que otra pelota
embarcada por los niños harapientos y sucios
que cada tarde convierten sus plazas en un imaginativo
campo de fútbol.
Manuel, un obrero de la construcción honrado
y trabajador,
cada mañana con la oscuridad pegada en los ojos,
camina en silencio, entre llantos de mujeres
abandonadas y maldiciones de borrachos malolientes.
Las calles son estrechas y mi barrio…
El más pobre de la ciudad.