Desde la perspectiva que da el estar subiendo
los últimos
peldaños
de la escalera que
nos lleva al ultimo piso
de esto que
llamamos vida,
me abrazo con fuerza a la cintura de la esperanza
y contemplo con rabia y dolor
los negros nubarrones que una vez más azotan,
las paredes blanqueadas de un pueblo
que sigue atado a la corteza amarga,
de un futuro impuesto: a golpes de mentiras y tijeras.
De un pueblo dormido entre los brazos del miedo
que solo levanta la cabeza
cuando el agua le llega al cuello.
De un pueblo culto, que esconde su dentadura
bajo la sombra de una bandada de estorninos azules,
que abren sus alas en los templos sagrados
y compran el amor en los burdeles de carreteras.
Negros nubarrones azotan una vez más
las paredes blanqueadas de un pueblo
que se ahoga entre las aguas turbulentas de un río
poblado de pirañas y cocodrilos.
¿Hasta cuándo…