El recuerdo febril de mis sentidos
cada mañana de otoño derrama
aromas de café sobre mi cama
y en el viento, pespuntes descosidos.
Oculto en las uñas de los gemidos
el sabor a canela de tu boca
en la orilla del sueño me provoca
un sunami de besos prohibidos.
Abrazado a las vigas de tu ombligo
me invento un lecho de telarañas
y juego a tres en rayas con los vientos
que soplan velas negras al abrigo
de tus senos, que son como montañas
que se encadenan a mis pensamientos.