Sobre una humilde bancada de complicidad
y sentimientos
perfectamente encofrados y cimentados
a base
de tiernas caricias y hormigón armado
fuimos construyendo
un edificio mágico capaz de resistir sin temor
a derrumbarse
los fuertes temporales que suelen azotar
a menudo
la convivencia en común y las duras épocas
de sequía que asolan
sin piedad la dura travesía del camino
que lleva al entendimiento y la comprensión.
Un edificio mágico donde cada mañana
con una taza
de café humeante en la mano
y mis canas
cubiertas con el sabor de tu último beso
te despierto
con un susurro de amor y el noble compromiso
de hacerte
en cada momento la mujer más feliz del mundo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario