Postrado
de rodillas junto a tu nombre
grabado
en una
lápida de mármol blanco
donde
una lágrima momificada
cobra
vida en tus ojos vacíos de luz…
El recuerdo
doloroso del último beso
que
nunca te di
navega contra
corriente por los caminos
del
agua
con la
esperanza de encontrarte
dulcemente
escondida entre la espuma del mar.
Casi
borrada por el paso del tiempo…
La
magia de tu sonrisa
me
contagia cada mañana con la fuerza
de tu
espíritu de libertad
y me
trae a la memoria aquellos años
donde
la escasez
y el
duro trabajo en el campo, cada noche
se
sentaba en nuestra mesa
para
cenar
con
nosotros: Café negro y sardinas arenques.
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