Aún
recuerdo tus caricias sujetas
a los
senos desnudos
de una
duda inocente
perdiéndose
en la oscuridad cobarde
de un
ataque de celos.
Recuerdo
el olor a hembra
de tu
cuerpo
y la
cama desecha, donde la almohada
que
tantas veces acaricio tu pelo,
seca
sus lágrimas
con los
volantes de un suspiro
que
ahoga su tristeza
en los
brazos cobardes de soledad.
Te
recuerdo:
En los
bancos de los jardines, en el tallo
de las
rosas,
en las
ventanas de los autobuses…
Y en el
pequeño patio donde cada tarde
el sol,
de
pasión enfermiza en tus labios de amor moría…
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