El sudor derramado por niños, mujeres y esclavos…
De soledad
cubre la soberbia del hombre y de vergüenza
el mármol rosa
de los templos donde se adoran las imágenes
de los dioses
y se justifican a diario: Las guerras, la muerte
y el hambre…
Como un lamento sordo en los oídos
de los capiteles
que a duras penas sujetan todo el peso de la historia,
el aire
sopla un suspiro de amargura sobre las piernas
del tiempo
y un crujir de medianoche cubre con sus manos
de cañas
las cuatro paredes del llanto.
El sudor derramado por: niños, mujeres y esclavos,
de injusticia
siembra la tierra y de miedo, rencor y odio,
el corazón
de los que sufren en sus carnes el peso de la avaricia
de unos pocos,
que con su falta de escrúpulos
se creen los dueños y señores del mundo…
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